TÚ NOS MATASTE
Cuando llegué a casa, cansado del largo día que había tenido, lo único que
quería era comerme las sobras que tenía en la nevera y dormir profundamente
durante horas.
Dispuesto a dormir ya, oí un extraño sonido proveniente de debajo del sofá. Me
agaché, no vi nada, tan solo polvo. Pensé que había sido algo de mi loca
imaginación. Cuando me disponía a marcharme, lo volví a oír, no sabía qué
estaba pasando. Me volví a agachar pero tampoco vi nada.
Oí un suspiro fuerte en mi espalda, me giré, y una fuerza me lanzó hacia la
pared. Exhausto, desconcertado, intentando buscar una explicación
sumamente lógica a eso, me levanté. Volví a oír algo, esta vez supe identificar
lo que decía: “Nadie debe vivir”.
Reconocí esa voz… era la voz de mi hija muerta. Cómo podía escucharla,
sentirla, olerla… Me cogió del cuello y me dijo: “¡Tú nos mataste!” Asustado,
intenté salir, pero escapar ya era demasiado tarde. Su mano, igual que la mía,
había robado una vida.